martes, 15 de diciembre de 2009

Cuento de Navidad

Queridos Reyes Magos:

Ya sé que estáis muy atareados en estas fechas, que ya habréis tenido que leer muchas cartas y que habréis empezado la mía con pocas ganas. Pero para mi es muy importarte el mero hecho de que la sostengáis al menos unos segundos entre vuestros dedos mágicos.
No me gustaría aburriros con el típico discursito de: “he sido muy bueno este año, ayudé a unas ancianitas a cruzar la calle, se obedecido sin rechistar …”
Pienso ir directo al grano, aun a riesgo de parecer mal educado o egoísta, pero lo que no voy a escribir en este papel ya lo sabéis, ¿o no? Por ello no me gustaría haceros perder el tiempo.
Espero que no os sorprenda saber que este año no quiero paz en el mundo, ni un camión, ni un balón, porque ya sabéis que no me gusta el fútbol; ni siquiera quiero juguetes. Lo único que quiero este año es una mamá que me quiera, una que me de un beso antes de dormir y se enfade conmigo cuando no haga la cama. Una mamá de esas que huelen siempre a fresa y galletas, y que dan abrazos cuando te asustas, o te curan cuando te haces alguna herida. Si no mucho es pedir , también quisiera un papá para que me riña y se enfade conmigo cuando haga las cosas mal, a la vez que me felicite cuando las haga bien. Quisiera un papá de los que llevan a sus hijos a pasear por el parque los domingos, de los que enseñan a leer y montar en bici, de los que cuentan chistes … En definitiva: una familia a la que le guste y que me quiera.
Ya sé que esto es muy difícil, y que las familias están muy preocupadas por estas fechas, encerradas en sus asuntos navideños … Pero si me hacéis un huequecito en una, os prometo que no volveré a pedir más regalos jamás, que me portare bien todos los días y que sacaré las mejores notas de toda mi clase.
Atentamente:

Ernesto.

María era una mujer rubia, con un corazón tan amplio como su sonrisa, Alrededor de la cual, el peso de varias décadas, había formado unos sutiles surcos que le daban un aspecto interesante. Ella siempre se había considerado una mujer muy afortunada y feliz, pues nunca tuvo ningún reparo en hacer lo que creía necesario cuando lo era, incluso en sus relaciones sentimentales, las cuales a los ojos de mucha gente eran poco convencionales, pues sus parejas femeninas eran. Algo que no le había impedido conseguir todas las metas en su vida. De hecho , en aquellos momentos era profesora en un orfanato, y miraba atónita una carta perteneciente a uno de sus alumnos. Llevaba años leyendo los deseos navideños de los huérfanos, pero jamás habría pensado que la mente infantil de un niño de siete años Pudiera albergar cuentos anhelos. Había recibido pedidos de naves espaciales, balones, videojuegos, muñecos, y hasta autógrafos de estrellas de fútbol. Por ello, nunca se le había ocurrido que recibiría una carta tan sencilla y a la vez tan compleja. Iba a ser difícil, pero costara lo que costase, Aquellas navidades conseguiría una familia para Ernesto, aquel sería su regalo.
Desde aquel día, ella se ocupo de asesorar a todas las parejas deseosas de adoptar. Les mostraba las instalaciones, fotos, nombres … Pero al llegar al de Ernesto, hacia una pausa para enumerar indiscretamente las cualidades que le habían llevado una encariñarse con el chaval. Mas al parecer todas las parejas buscaban chicas o pequeños deportistas que acompañasen a su nuevo padre a ver al Barça. Así pasaron la Noche buena y la Noche vieja, se acercaba el día de Reyes, y el regalo de Ernes no se podría cumplir. Durante todo este tiempo, María adoptó la costumbre de emplear los recreos de los huérfanos para charlar con Ernesto, y cuantos más días pasaban, más se percataba de la madurez y sensibilidad que un rostro pecoso podía encerrar. Tenía que ayudar a ese chico, pero ¿cómo?
Con el triste transcurso de la mañana del día de Reyes , María aprecio que un nuevo sentimiento afloraba en su interior. Sabía que el simple hecho de imaginarlo le proporcionaría falsas esperanzas y la destrozaría por dentro, pero no podía hacer sufrir a su alumno por más tiempo. Necesitaba salvarlo. Entonces tomo una decisión. Se armó de valor y acudió a Servicios Sociales un cumplir su sueño. Sabía que su edad y condición jugaban en su contra, pero eso a nadie le importaba. A nadie le debían interesar sus gustos. Todo fue bien, y cabía la posibilidad de adoptar a Ernesto para mediados de enero. Llegó el día de cumplir el último requisito para conseguir su propósito, sólo tendría que pasar la última entrevista. Por fin tendría al pobre chaval en casa. Sin embargo, cual fue su sorpresa al comprobar que su entrevistador sería, nada más y nada menos, que el director del orfanato.
Cuando salió de la sala de entrevistas, no se vio con fuerzas para hablar con Ernesto. Nada más entrar en la sala, al sentir que la cruel, y tal vez hasta burlona, mirada del director se encontraba con la suya, se le cayó el alma a los pies. Él la conocía perfectamente: su edad, carácter, y obviamente también su condición.
Caminaba hacia su casa sumida en la desesperación, la fría mirada del director había expresado muchas más cosas que su áspera voz: Ernesto se pasaría el resto de su vida en una cárcel, por un arresto inmerecido.
Se encontró a si misma tumbada en el sofá de su salón cuando pensó en mirar el correo. Las cartas habían llegado mucho antes, pero ella no tenía prisa para ver impresos en papel todos sus sueños rotos. Pero, en fin, no hay nada tenía que perder. Observo el pajar de facturas donde debía encontrar la aguja que se le clavaba desde la semana anterior. Encontró la carta, y leyó el contenido rápidamente con un gesto indiferente súbitamente que se transformó en la más feliz de sus sorpresas. Sus lágrimas más dulces jamás derramadas empezaron a desfilar inconscientemente por su emocionado semblante cuando terminó la lectura.
No tardó nada en coger el coche tras, sin tiempo para ascensores, bajar las escaleras de su casa de tres en tres. El viaje al orfanato fue tan rápido que mereció una foto, pero poco importaba ya. Llegó al orfanato, cruzó la puerta de entrada y, tras sucumbir de nuevo al llanto, Ernesto y ella se fundieron en un largo abrazo que sólo significaba una cosa: los reyes se habían retrasado, pero habían cumplido al fin y al cabo.

Imanol Salgado.
Vitoria-Gasteiz, 9 de diciembre de 2009

3 comentarios:

bego dijo...

hola, soy Bego, amiga de Eli, tienes imaginación y eres creativo, cosa extreña en adolescentes y adultos, un lenguaje rico, eta bultzatzen zaitut horrela jarraitzeko, urte berri on, idaztea eta irakurtzea ohitura ona da, asko ikasten baita bizitzaz, munduraz

Maite dijo...

Ima, este escrito me sigue poniendo los pelos de punta, igual que la primera vez que lo leí. Sabes que tienes un don, cultívalo, puedes llegar muy lejos si tú quieres. Un beso.

Anónimo dijo...

Siempre queriéndoos y siempre esperándoos.

Aita.